jueves, 28 de noviembre de 2013

10 Curiosidades del Cerebro - Investigación Médica Real

Comer menos mantiene el cerebro joven

Un equipo de investigadores italianos de la Universidad del Sagrado Corazón en Roma (Italia) ha descubierto una molécula llamada CREB1 que se activa en el cerebro de ratones sometidos a una dieta baja en calorías. Según publican hoy Giovambattista Pani y sus colegas en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la molécula activa a su vez a genes ligados a la longevidad y al buen funcionamiento del cerebro. “Nuestra esperanza es encontrar un modo de poner en funcionamiento a CREB1, por ejemplo a través del fármacos, para mantener el cerebro joven sin necesidad de llevar una dieta tan estricta como la que siguen los roedores”, explica Pani.



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Y es que la restricción calórica de los animales sometidos a los experimentos implica que solo pueden comer un 70% de lo que ingieren normalmente. En estas condiciones, los ratones no sufren ni obesidad ni diabetes, tienen un mayor rendimiento cognitivo y mejor memoria, aumentan su capacidad de aprendizaje y son menos agresivos. Tampoco desarrollan alzhéimer a edades avanzadas o lo hacen con síntomas menos severos que los que se alimentan de manera normal. “Hay una relación entre las enfermedades metabólicas y el declive en las capacidades cognitivas”, concluyen los científicos.

Y todo gracias a CREB1, que entre otras cosas activa a unas proteínas llamadas sirtuinas, que parece tener parte del secreto de la fórmula de la “eterna juventud”. Eliminando la molécula CREB1, sin embargo, todos los beneficios de la restricción calórica se esfuman. “Hemos identificado al mediador clave de los efectos de la dieta sobre el cerebro”, añade Pain.



El tamaño de tu red de amigos en Facebook y el tamaño de tu cerebro están relacionados

El número de amigos que tenemos en la red social Facebook es proporcional al tamaño de ciertas regiones de nuestro cerebro. Así se deduce de un estudio realizado por científicos del Instituto de Neurociencias Cognitivas del University College de Londres (Reino Unido), que escanearon el cerebro de 125 estudiantes universitarios usuarios de Facebook y compararon los resultados con el tamaño de sus grupos de amigos, tanto en la red social como en el mundo real. Por término medio los participantes tenían 300 amigos, si bien los más "conectados" abarcaban hasta 1.000 contactos diferentes en su red.

Los resultados mostraron que cuanto mayor es el número de contactos que tiene una persona en Facebook, mayor es el volumen de materia gris en cuatro regiones del cerebro, entre ellas la amígdala, asociada a la respuesta emocional y a la memoria, así como otras zonas clave para identificar las señales que se producen durante la comunicación con otras personas.

A raíz del estudio, "la pregunta que surge es si esas estructuras cambian a lo largo del tiempo, y su respuesta nos ayudará a saber si Internet está cambiando nuestro cerebro", asegura Ryota Kanai, coautor del artículo que publica la revista Proceedings of the Royal Society B.

Por otra parte, los investigadores examinaron si había relación entre tamaño red social de amigos on-line y los contactos íntimos en el mundo real. Para ello, un grupo de voluntarios respondió a preguntas como "¿A cuánta gente puede enviar un mensaje de texto acerca de la celebración de un evento (cumpleaños, un nuevo trabajo, etc)?", "¿Cuántos amigos tiene en su agenda?" o "¿Con cuántos amigos del colegio o de la universidad podría mantener ahora una conversación?". Las respuestas indicaron que la mayoría de los usuarios de Facebook utilizan la plataforma para apoyar sus relaciones sociales ya existentes, manteniéndolas o reforzándolas, y no sólo para crear redes de nuevos amigos virtuales.



El éxito y el fracaso activan todo el cerebro

Ganar o perder importa mucho, al menos a nivel cerebral. Las señales que se generan en el cerebro cuando una persona cuando tiene éxito o cuando fracasa no se procesan en una zona restringida de la corteza cerebral, como la zona encarga de procesar las recompensas. Las conexiones neuronales en estos casos se extienden prácticamente por todo el cerebro, según revela un estudio de la Universidad de Yale (EE UU) que aparece publicado en la revista Neuron.

Esto lleva a los autores a pensar que “todo el cerebro ‘se preocupa’ por el éxito y el fracaso, por ganar y perder, porque estos acontecimientos son realmente importantes para el aprendizaje en todos los ámbitos”. En otras palabras, todo el cerebro está involucrado en procesar las señales que se generan a partir de los resultados de las decisiones, “por ejemplo, para ajustar procesos de percepción y movimiento”, afirma Vickery.

El estudio consistió en observar la respuesta cerebral de los sujetos mientras practicaban juegos muy simples, como el de piedra, papel o tijera. Los individuos sometidos a las pruebas, de entre 19 y 37 años, permanecían una hora y media conectados a un escáner cerebral de resonancia magnética funcional (fMRI por sus siglas en ingles). Para recopilar los datos de los experimentos, los expertos emplearon un método llamado "análisis de patrones multivoxel", similar al que se utiliza para enseñar a los robots a que reconozcan objetos.

Los hallazgos pueden servir "para el diagnóstico y el tratamiento de diversos trastornos psiquiátricos, como el abuso de sustancias, o ser útiles en cuadros obsesivo-compulsivos que influyen en la capacidad de utilizar las recompensas para cambiar nuestros comportamientos de manera flexible" ha explicado a la agencia SINC Timothy Vickery, investigador del Departamento de Psicología de la Universidad de Yale y autor principal del estudio.



Sin vitamina B12, el cerebro encoge

El pescado, la carne, la leche y los huevos son las principales fuentes de vitamina B12, también conocida como cobalamina. Una falta de esta sustancia en la dieta puede hacer que el cerebro pierda células cerebrales y desarrolle problemas cognitivos, según un estudio publicado en Neurology, la revista de la Academia Americana de Neurología.

En la investigación participaron 121 personas mayores de 65 años a las que se midieron los niveles de vitamina B12 y los metabolitos que pueden indicar una deficiencia de vitamina B12. Los participantes también pasaron por pruebas de memoria y otras habilidades cognitivas. Cuatro años y medio más tarde, imágenes por resonancia magnética de los cerebros de los sujetos midieron el volumen cerebral total y otros signos de daño cerebral. De este modo los científicos comprobaron que niveles altos de los marcadores de deficiencia de vitamina B12 estaban asociados a menores puntuaciones en los tests cognitivos y a un menor volumen cerebral total.

“Es demasiado pronto para decir si el aumento de los niveles de vitamina B12 en personas mayores a través de la dieta o los suplementos podrían prevenir estos problemas ", ha advertido Christine C. Tangney del Centro Médico Universitario Rush, en Chicago (EE UU), coautora del estudio.



Para evitar que tu cerebro se canse, haz ejercicio

Hacer ejercicio regularmente aumenta el número de mitocondrias, las organelas encargadas de suministrar energía a las células, tanto en las células musculares como en las neuronas del cerebro. Eso implica que practicar deporte reduce el cansancio mental, según revela un estudio de la Universidad de Carolina del Sur (EE UU).

Para demostrarlo, los investigadores trabajaron con dos grupos de ratones, uno cuyos integrantes corrían sobre una rueda inclinada seis días a la semana durante una hora y un segundo grupo sedentario. Tras 8 semanas, los investigadores analizaron el tejido muscular y cerebral de todos los roedores. Así comprobaron que los ratones que se habían ejercitado a diario tenían más mitocondrias tanto en los músculos como en el cerebro. Además, habían aumentado su resistencia, de manera que si antes tardaban 74 minutos en sentir fatiga tras el ejercicio podían permanecer corriendo durante 126 minutos antes de cansarse. Según los investigadores, que el cerebro se vuelva más resistente a la fatiga contribuye a aumentar el rendimiento físico. En otras palabras, el cuerpo y la mente se benefician y se cansan menos si practicamos ejercicio físico regularmente.

Por otra parte, los autores sospechan que aumentar el número de mitocondrias cerebrales podría ser beneficioso para combatir tanto las enfermedades psiquiátricas como las neurodegenerativas.




¿Cómo recuerda nuestro cerebro los momentos importantes?

Neurocientíficos de la Universidad de Nueva York (EE UU) han identificado las partes del cerebro que utilizamos para recordar la sucesión de eventos dentro de un episodio de nuestra vida, como una fiesta o una boda. El estudio, que aparece en el último número de la revista Science, mejora nuestra comprensión de cómo se procesan los recuerdos.

Investigaciones anteriores mostraban que el lóbulo temporal medio del cerebro (MTL) desempeña un papel importante en la memoria declarativa, es decir, la memoria de hechos o sucesos, y que los daños en esta área causan un deterioro de la memoria. Más específicamente, la memoria declarativa se encuentra alterada en los pacientes que sufren Alzheimer. Sin embargo, poco se sabe acerca de cómo las estructuras individuales dentro de la MTL recuerdan información sobre cómo se desarrolló un suceso específico, como, por ejemplo, el orden de los brindis en una boda.

Para averiguarlo, Yuji Naya y sus colegas desarrollaron un experimento en que un grupo de animales desarrollaba una tarea de memoria de orden temporal en la que se presentó una secuencia de dos objetos visuales y los sujetos tenían que recuperar la misma secuencia transcurrido un tiempo. Con el fin de realizar la tarea correctamente, los animales necesitaban recordar tanto los elementos individuales visuales ("qué" como el orden temporal ("cuándo". Durante el experimento, los investigadores monitorearon la actividad de las células cerebrales individuales en el MTL.

Los resultados mostraron que dos áreas principales del MTL están involucradas en la integración de "qué" y "cuándo": el hipocampo y la corteza perirrinal. El hipocampo, conocido por tener un papel importante en una variedad de tareas de la memoria, proporciona una señal de sincronización entre los eventos clave, proporcionando información sobre el paso del tiempo desde el último evento, así como del tiempo estimado hasta el próximo. La corteza perirrinal integra la información sobre "qué" y "cuándo", es decir, qué ocurrió primero o segundo en una serie.

El nuevo hallazgo aporta una comprensión más profunda sobre los patrones de actividad cerebral, la que nos permite recordar tanto los eventos clave que marcan nuestra vida (bodas, graduaciones, nacimientos...) como el orden específico en que ocurrieron, concluyen los científicos.



El cerebro humano está encogiendo

El cerebro humano ha reducido su tamaño en los últimos 30.000 años. Concretamente, las últimas mediciones revelan que el volumen medio del cerebro del Homo sapiens en este periodo ha disminuido un 10%, es decir, de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos, el equivalente de una pelota de tenis. El fenómeno intriga a los antropólogos, que en su mayoría lo valoran como un efecto de la evolución hacia sociedades más complejas.
Según las últimas mediciones, la reducción del tamaño del cerebro se podría explicar en la medida en que cuanto más músculo, más materia gris hace falta para controlar un cuerpo. El hombre de Neandertal, desaparecido hace 30.000 años, era más corpulento y tenía un cerebro mayor. El hombre de Cromagnon, que hizo las pinturas rupestres de la gruta de Lascaux (Francia) 17.000 años atrás, era el Homo sapiens dotado del cerebro más grande, pero también era más fuerte que sus actuales descendientes. "Esos rasgos eran necesarios para sobrevivir en un entorno hostil", explica David Geary, profesor de psicología en la Universidad de Missouri y autor de varios trabajos sobre el desarrollo del cerebro humano a lo largo de la evolución.

Partiendo de esa constatación, este investigador ha estudiadola evolución del tamaño del cráneo entre hace 1,9 millones de años y 10.000 años, a medida que nuestros ancestros fueron viviendo en un entorno social más complejo. Geary parte del principio de que cuanto mayor es la concentración humana, más intercambios hay entre los grupos, mayor es la división del trabajo y más ricas y variadas son las interacciones entre los individuos. También ha constatado que el tamaño del cerebro disminuye cuando la densidad de población aumenta. "Con la emergencia de sociedades más complejas, el cerebro humano se ha empequeñecido porque los individuos ya no necesitan ser tan inteligentes para sobrevivir; los demás los ayudan", ha explicado a la agencia AFP.

Esta reducción del cerebro no significa que los hombres modernos tengan menos capacidades intelectuales que sus ancestros, sino que han desarrollado formas de inteligencia más sofisticadas, aclara Brian Hare, profesor adjunto de antropología en la Universidad Duke, en Carolina del Norte. Según él, existe un paralelismo similar entre los animales domesticados y los salvajes. Así, el perro-lobo tiene un cerebro más pequeño que el del lobo, pero es más inteligente y sofisticado, porque comprende los gestos de comunicación de los hombres. Lo que demuestra que "no hay correlación estrecha entre el tamaño del cerebro y el cociente intelectual", que se define sobre todo por la capacidad de inducir y crear, añade Hare.



Las personas distraídas tienen más materia gris en el cerebro

Las personas que se distraen con una mosca y apenas consiguen mantener la atención en una sola cosa pueden echarle la culpa a un grupo de neuronas del lóbulo parietal superior, según un estudio que publica la revista Journal of Neuroscience. Concretamente, los resultados revelan que las personas más distraídas suelen tener un mayor volumen de materia gris en esa región cerebral, algo aparentemente contradictorio, ya que en teoría tener más neuronas debería ayudar a mantener la concentración.

En la era de la sobrecarga de información, "la atención es todo un reto", asegura Ryota Kanai, investigador del University College de Londres y coautor del estudio. Pero algunas personas son especialmente susceptibles a distraerse mirando el correo electrónico, su Time Line de Twitter o el muro de Facebook. Para averiguar si hay alguna base anatómica para el "despiste", Kanai estudió el cerebro de 145 sujetos que habían rellenado previamente un cuestionario para calcular su tendencia a la distracción en la vida cotidiana -tener lapsus mentales, olvidar qué han ido a comprar cuando llegan al supermercado o dónde han aparcado, etc.-. Los resultados mostraron que había ciertas diferencias cerebrales que estaban relacionadas con la capacidad de mantener la atención. Concretamente, cuanto mayor era el número de neuronas en el lóbulo parietal superior del hemisferio izquierdo de un sujeto, mayor era su tendencia a la distracción.

La hipótesis que manejan Kanai y sus colegas es que a medida que el cerebro madura se destruyen algunas neuronas y conexiones nerviosas, y ese proceso ayuda al control de la atención. De acuerdo con esta idea, las personas con más materia gris en la corteza cerebral serían también un poco más "infantiles" y, en consecuencia, algo más distraídas.



Así reacciona el cerebro cuando no se cumplen las expectativas

El cerebro humano es capaz de adaptarse a lo inesperado gracias a que cuenta con una red de neuronas que hace predicciones sobre el mundo que nos rodea y, además, monitoriza cómo de acertadas resultan esas predicciones. El núcleo de esa red se encuentra en la denominada corteza orbitofrontal, un área cerebral situada por encima de los ojos. Cuando está dañada en un paciente, éste suele confundir los recuerdos con la realidad y continuamente anticipa acontecimientos que es poco probable que sucedan.

Un nuevo estudio supervisado por el profesor Armin Schnider, de los Hospitales Universitarios de Ginebra (Suiza), y publicado en la revista Cortex, arroja luz sobre los mecanismos cerebrales que nos permiten anticiparnos a lo que ocurre y adaptarnos a sucesos inesperados. Analizando el cerebro de voluntarios sanos con ayuda de un escáner de resonancia magnética, Schnider y sus colegas analizaron cómo reaccionaban cuando, mirando rostros humanos, tenían que predecir en qué caras estaba a punto de aparecer una araña (estímulo potencialmente peligroso) o un círculo negro (estímulo neutro). El análisis del cerebro mostró que la zona encargada de crear expectativas reaccionaba igual en todos los casos una vez que se producían los acontecimientos, sin importar si lo que había ocurrido o dejado de ocurrir suponía una amenaza. El área cerebral encargada de procesar estímulos visuales, por el contrario, respondía con más intensidad al ver la araña.

“El comportamiento adaptativo supone la habilidad de reaccionar a estímulos potencialmente dañinos, caracterizados por emociones negativas, pero también debemos responder adecuadamente cuando eventos que habíamos anticipado no ocurren”, aclara Schnider.



Identifican la zona del cerebro que controla la vergüenza

Investigadores de la Universidad de California (Estados Unidos) han conseguido identificar la parte del cerebro que se pone en acción cuando sentimos vergüenza. Se trata de la corteza cingulada pregenual anterior, según han hecho público los autores en la reunión anual de la Academia Americana de Neurología que se celebra en Hawaii.

En un experimento se pidió a 79 pacientes afectados por enfermedades neurodegenerativas que cantaran la canción My girl (1964), del grupo Temptations, mientras se medían sus signos vitales y se les grababa en vídeo. Después hicieron que los sujetos se vieran a sí mismos actuando sin la música de fondo.

“En las personas sanas, verse a sí mismas cantando genera una fuerte reacción de vergüenza”, explica Virginia Sturm, coautora del estudio. Según Sturm, en estos casos la presión sanguínea sube, aumenta el ritmo del latido cardíaco y se altera la respiración.
Sin embargo, las personas que tienen daños neurológicos en la corteza frontal responden con cierta indiferencia. De hecho, los investigadores comprobaron que a mayor deterioro del tejido de esta zona del cerebro, menor era la vergüenza que las personas sentían al escuchar su canción.


Conocer qué parte del cerebro es responsable de la capacidad de sentir vergüenza podría ayudar a diagnosticar precozmente las enfermedades neurodegenerativas, así como a desarrollar nuevos tratamientos.

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